¡Que día!, con excelentes condiciones para navegar, me pregunto ¿que hacen los que dejan sus barcos en tierra, o amarrados?.
Nosotros nos la dimos buena!!!!!!
Degustando nuestra primera experiencia en el barco del comité. Bajo la sapiencia del PRO (Andrés Santana), dos extraordinarias Damas de la familia FDV (Ena y Noemí) además del Capitán: Juan Leoux, dueño de un sueño, un hermoso beneteau de 43 pies, que invita a no querer tocar nunca mas la tierra.
Lo que mas disfrutamos es el placer que mostraba Juan antes las habilidades de su hijo Manuel, quien desafiaba las condiciones extremas de viento (mas de 21 nudos) en su laser radial, llegando en el primer lugar (Hay que reconocer que Papo, su entrenador Cubano se la trae, en pocos días a enseñado a estos jovencitos a navegar con mucha calidad, claro la escuela del maestro Rulo, da su frutos).
Nosotros nos divertimos, viendo a Raúl reiterando su condiciones excepcionales, en cada una de las patas de la regata y a nuestro hijo Guillermo con los ojos sobre las técnicas de Aguayo, aprendiendo y aprendiendo.
El bote del comité es una escuela, la disciplina resultado de la experiencia, convierte la adrenalina de una salida en un rito casi mágico, donde todo danza al ritmo del silencio y la atención gira en torno Andrés, que parece comunicarse con gestos mas que con palabras, como si no quisiera desviar la atención de la secuencia de dígitos que al unísono con el tic tac del cronómetro brotan de los labios de Ena Rosa; Noemí como en un ejercicio de Yoga, plasma en la bitácora todos los acontecimientos, serena, en contraste con las respuesta de la embarcación al ímpetu del oleaje, Juan y Yo, banderas en manos, sobre atendiendo, bajo la presión de no querer equivocarnos. Creo que hicimos humildemente el trabajo.
Anécdotas, comentarios, sobre todo las enseñanzas que adquirí de todos ellos y ellas me obligan a exclamar ¡Que viva la vela dominicana!
